Reflexiones desde la economía social y solidaria sobre la apicultura sanjuanina
La dimensión socio-económica es un elemento central en la discusión sobre la sostenibilidad de los sistemas productivos. Por tanto, se analiza la estructura productiva apícola para identificar elementos que aporten a fortalecer su sostenibilidad, así como también aquellos que representan una vulnerabilidad para la misma. Se reconoce el aporte del tercer sector en cuanto a trabajo, principalmente en esquemas de baja escala productiva y de estructuras organizativas no tradicionales. A su vez, aparece un elemento vinculado con la prestación de servicios de polinización que transforma la orientación comercial y productiva y los vínculos con los otros. Específicamente sobre la gobernanza sobre de uso del suelo y sus implicancias directas e indirectas para la producción apícola en los territorios. Finalmente se advierte el aporte de los circuitos cortos de comercialización, pero se abren nuevos interrogantes sobre cómo fortalecerlos desde los espacios asociativos de trabajo.
Dentro de los análisis de sostenibilidad de la actividad apícola existe un marcado interés por integrar visiones técnicas con las dimensiones socio-económicas. En este contexto, es creciente también el interés por indagar sobre el impacto de formas de trabajo organizativas. Para esto es necesario generar información que permita dar cuenta de las características de la estructura productiva sectorial en el marco de lo que se conoce como Economía Social y Solidaria.
De esta manera se traen aquí los resultados de un trabajo de campo finalizado en el año 2017 que busca reconocer las características del trabajo apícola para identificar elementos que aporten a fortalecer su sostenibilidad, así como también aquellos que representan una vulnerabilidad para la misma. Para tal fin se encuestaron a productores/as apícolas residentes en la provincia de San Juan, con vinculación activa en una organización colectiva de trabajo (formal o informal). Se finalizó el relevamiento con un total de 39 encuestas observando que el 64% de los apicultores pertenece a una organización que cuenta con personería jurídica (21 productores) y el 36% forma parte de una organización informal (12 productores). Esto da cuenta que el sector tradicional de la Economía Social y Solidaria no agota las formas de trabajo asociativo.
Sobre la escala productiva de quienes desarrollan la actividad, en cuanto a la caracterización y tipificación de su estructura, se advierte una tendencia a la baja escala de los proyectos. Es decir, tomando de referencia la cantidad de colmenas promedio sostenidas en un ciclo completo (INTA 2017) la apicultura sanjuanina para finales del año 2017 estaba representada en un 5% por productores de “medianos” a “empresariales” (de entre 200 a 1500 colmenas); en un 20% por productores “de baja escala” (entre 50 y 200 colmenas) y el resto por una apicultura “de muy baja escala” (menos de 50 colmenas). A su vez, ninguno de los apicultores sanjuaninos que trabaja bajo formas asociativas pudo ser clasificado como “apicultor industrial” (más de 1500 colmenas). Esto nos habla de que el trabajo organizado en el ámbito de la apicultura atiende a un sector en el que la producción es demanda mayores escalas de trabajo.
Estas características de la producción local, en términos que la pequeña y mediana escala asumen una mayor relevancia, impactan a su vez sobre los circuitos socio económicos asociados. Por ello, aparece por un lado una apicultura que no se especializa en producción de miel para su venta en mercados externos (gran diferencia con la producción nacional). Es decir, todos los productores encuestados fraccionan la miel encontrando que para una amplia mayoría las ventas minoristas en mercados locales involucran toda su producción. A su vez, el medio más utilizado es el de la venta directa en el domicilio del/la productor/a, siendo incluso para un amplio grupo (43,24%) el único mecanismo y para otro tanto (45,95%) una combinación del anterior o con ferias y/o comercios de cercanías. Sobre las ferias, se aclara que pierde una relativa importancia respecto de los puntos anteriores como canal exclusivo de venta, ya que, si bien el 41% de los/as productores/as encuestados incluye a las ferias dentro de sus puntos de distribución, no sucede como el canal exclusivo.
De esta manera, observamos la preminencia de circuitos cortos de comercialización y a su vez, el hecho de que el trabajo colectivo no se visibiliza, al menos directamente, en las actividades de comercialización. También reconocemos aquí, que la producción de miel si bien aparece como constante e incluso un amplio grupo está especializado en ella (45%); se identifica la combinación de producción de miel o bien con la prestación de servicios de polinización (42%) o bien con otros subproductos de la colmena. Es decir, por un lado, los productos apícolas son mayormente distribuidos en circuitos cortos de comercialización en donde prima la casa del/la productor/a como punto de venta. Por otro, la producción de mieles debe ponerse en contexto de procesos de trashumancia que obligan a pensar no sólo en el quienes producen sino en el cómo se producen los espacios para la producción apícola. Estas preguntas son fundamentales si se piensa a la agricultura familiar como una alternativa posible de espacio de promoción de procesos de crecimiento económico y desarrollo de los territorios. Justamente, la polinización se plantea como una de las nuevas formas de acceder al uso de la tierra en los territorios y transforma con ello las dinámicas hacia el interior de los mismos.
Finalmente, se reconoció que, si bien el trabajo asociativo no aparecía tanto en las actividades de comercialización, sí aparecen en otras tareas dando cuenta del carácter vincular de la actividad no solo para con el trabajo sino para con el entorno.
El grafico anterior permite distinguir la predominancia del trabajo “con ayuda” respecto del trabajo “individual” del apicultor. A su vez, esto puede verse detallado en función de las tareas específicas. Lo que resulta más evidente, en términos generales, es que el trabajo contratado es minoritario y a su vez, que los aportes de trabajo provienen fundamentalmente de la familia o de la asociación a la cual pertenece el apicultor. Esto lleva a reforzar el carácter familiar de la producción, pero a su vez a pensar más allá de la familia, a partir de otras lógicas de la organización de la producción que permiten sostener los procesos productivos (social y solidaria).
A partir de lo anterior, sería pertinente propiciar estrategias de desarrollo que busquen el fortalecimiento de la agricultura familiar y sus organizaciones, no sólo como una alternativa económica para enfrentar las debilidades de los/as productores/as frente al mercado, sino también para generar cierto grado de autonomía y mayor capacidad de participación en los procesos de toma de decisión en las políticas públicas. Este podría ser una de los posibles puntos a desarrollar desde la política pública para el sector, pero sin perder la atención y las prácticas de manejo técnico propias una organización familiar. A su vez, resta actualizar la información para comprender la dinámica sectorial con el paso del tiempo.
Los resultados de este trabajo se presentaron:
Andrieu, J. Allasino, M. y Rodriguez Savall, M.F (2019) “Reflexiones en torno a la agricultura familiar en el marco de la apicultura sanjuanina”. En II Jornadas Interdisciplinares de Estudos Sociais Latino-Americanos. Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA). Foz Do Iguaçu (Brasil). 11 al 13 de septiembre de 2019.
Jimena Andrieu1y2, Mariana Allasino3 y Florencia Rodríguez2
1Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria EEA San Juan, Pocito, San Juan, Argentina
2Universidad Nacional de San Juan, San Juan, Argentina
3Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, IPAF Cuyo, San Martin, San Juan, Argentina.