De modernidades y modelos productivos. La experiencia argentina.
El siguiente texto es la transcripción de la participación de Pedro Kaufmann[1], en el Cuarto Conversatorio organizado por el Consejo Gremial cuyo tema fue: “La apicultura analizada desde su aporte a la producción de alimentos y la biodiversidad, así como su contribución a la soberanía alimentaria de los pueblos”. Participaron también Marcos Filardi de Argentina, Orlando Sánchez Suclupe de Perú y Carol Acevedo Salinas de Chile, la coordinación estuvo a cargo de Misael Cuevas Castro. Congreso Latinoamericano de Apicultura (FILAPI) Cusco, Perú noviembre de 2022.
Provengo de un país inmenso. Séptimo en su expresión territorial, en el concurso mundial.
Vengo de un país muy extenso, con una gran diversidad de climas y texturas de paisaje.
Vengo de un país con mieles maravillosas, de distintos sabores, aromas y colores.
Vengo de un país que hace más de 60 años su apicultura tradicional y antigua producía una media de ochenta o noventa kilos de miel por colmena, quietitas, sin siquiera perseguir floraciones determinadas, ni alimentarlas de modo sistemático.
Vengo de un país que dinamitó el sistema productivo nacional a través de una dictadura empresarial militar genocida.
De un país que desarrolló luego un modelo productivo moderno, el agronegocio.
El agronegocio se expandió engalanando de modernidad el nuevo modelo productivo.
Vengo de un país que se ha convertido en espejo de muchos otros países que por momentos se sienten atrasados y obligados también a vestirse de modernidad para competir exitosamente.
Vengo de un país de Pueblos Fumigados. De escuelas fumigadas con sus alumnos adentro, de médicos y de abogados de pueblos fumigados.
Vengo de un país donde aquellas mismas colmenas producen hoy con mucho esfuerzo unos 35 Kg. de miel, cuando no son directamente arrasadas por los venenos.
Vengo de un país donde el 50% de su gente sobrevive en la pobreza.
Vengo de un país moderno.
Corresponde que hablemos entonces de qué es ser modernos.
Cuando la agricultura se transforma en agronegocio, no se está modernizando la agricultura.
El agronegocio es otra cosa. Es esencialmente especulación financiera. Un capital opaco, cuyo único objetivo es generar dinero. En tanto es un negocio estrictamente financiero carece de cualquier componente ético. Y como consecuencia de ello, no le importa qué produce, ni cómo lo hace, solo que el fruto sea una buena renta. No ha de importarle entonces el ambiente, ni la tierra, ni el agua, como así tampoco la vida. No ha de importarle desforestar ni destruir la comunidad a su paso, pues no forma parte de la cultura productiva, sino de un negocio financiero.
Por el contrario, la agricultura en todos los casos está determinada por el saber campesino, por el cuidado de los insumos esenciales, las semillas, el agua, la tierra. La agricultura tiene un valor cultural y hace a la esencia de los pueblos de cómo producir sus alimentos.
El agronegocio requiere desmonte. Argentina pierde alrededor del 1% de su territorio cada año. Desde la Segunda Guerra Mundial ha perdido alrededor del 66% de sus bosques, montes y humedales. Ello además constituye el antecedente directo de un nuevo escenario climático en donde las inundaciones y las sequías, así como los brutales incendios son consecuencia inevitable.[2]
El agronegocio precisa monocultivos, grandes extensiones de tierra utilizadas con un único cultivo, y semillas transgénicas. Esto produce un quiebre de la función ecosistémica. Las plantas silvestres, así como los cultivos tradicionales que entremezclaban distintas especies en un mismo predio confluían en una asociación sinérgica y estratégica. Así las plantas se comunican entre sí, se asisten, interactúan con bacterias y hongos que generan una urdimbre que las fortalece y las interrrelaciona. Por el contrario, las plantas genéticamente modificadas en ocasión de monocultivo padecen la orfandad de sus aliadas y lejos de gozar de mayor fortaleza, quedan a merced de potenciales afecciones.
Es así que requieren una asociación tóxica con herbicidas, fungicidas e insecticidas, que se arrojan en millones de litros/kilos en la tierra, el agua y el aire. Esos venenos, son hoy la esencia de la modernidad, y su consecuencia es el agua contaminada, los alimentos contaminados, cáncer a edades cada vez más jóvenes, disrupciones endócrinas, problemas de desarrollo de los embriones, y así…
El agronegocio, como modelo financiero tiene un límite concreto. Cuando la renta disminuya, ese capital fluirá hacia otros objetos de depredación. Y por cierto que solo quedará el veneno, la tierra arrasada, las semillas contaminadas, y las comunidades destruidas.
Algunas décadas atrás el economista y profesor catalán Martínez Alier (1997), publicaba una obra reveladora. La deuda externa vs. deuda ecológica, un trabajo donde planteaba en detalle como la apropiación de la riqueza ambiental de nuestros países, por parte de los países centrales era tan significativa que superaba en mucho el valor de las deudas externas de los países latinoamericanos. Cuántos nutrientes de la tierra se lleva el trigo o el maíz exportado a Europa, cuestiones que no constituyen parte del precio de lo pagado en el acto comercial. Concluía que la deuda ecológica de Europa con América era superior a la deuda externa estas naciones.
Hoy, además, no sólo se llevan lo producido, no solo se devasta la tierra de sus nutrientes, sino que además nos queda en toda Latinoamérica, el suelo pelado, sobreexplotado, y todos los recursos ambientales, así como las comunidades enteras, contaminadas.
Otro elemento para destacar es que además en Europa se producen tóxicos altamente peligrosos (tanto para abejas, como para humanos y otras especies) que se comercializan en nuestros países pero que están prohibidos en sus países de origen. Y uno se pregunta ¿Por qué podría suceder eso? ¿Acaso en Latinoamérica somos más fuertes y toleramos venenos más tóxicos que los europeos? O simplemente la respuesta hay que buscarla por otros lados. SENASA aprueba esos tóxicos sin observación ni reparo alguno. Guillermo Folguera en este mismo Congreso nos decía que SENASA (Argentina) no hace estudios sobre esos productos en forma previa a aprobarlos. Que “confían en la ética empresaria”, tal la expresión de un alto funcionario de la Agencia sanitaria. Y que la Argentina no aplica el principio precautorio[3], sino el de costo – beneficio. Por su parte el Ing. Graziano Tejada Reyes responsable del área de apicultura del SENASA Perú, afirmaba que la situación es igual aquí. Y no puedo decirles que tampoco es distinto en Brasil, en Uruguay, o en Paraguay solo para tener dimensión de la entidad del problema.
Alguna consecuencia de ello es que en Latinoamérica se vuelquen al ambiente y en nuestros alimentos 1,80kg más de agrotóxicos por año que en Europa. (Liliana A. Zúñiga-Venegas, Carly Hyland, María Teresa Muñoz-Quezada, et al. 2022).
Esta política pública extractivista y tóxica es un interés permanente, independientemente del sesgo político del gobierno.
Para las y los apicultores, y sus organizaciones colectivas esto debe ser un presupuesto básico de interpretación de la realidad. Y en este concepto hay un especial llamado a los dirigentes de todos nuestros países. Lo planteo con especial énfasis en función de lo escuchado en estas jornadas de trabajo en Cusco. Las concesiones de las agencias gubernamentales no dejan de ser hoy una herramienta para silenciar o posponer debates que hay que producir y decisiones que hay que adoptar. Es preciso tener siempre presente que somos organizaciones de productores de alimentos y de producción de biodiversidad que debemos necesariamente asociar a los procesos de sostenibilidad de la vida en el planeta. Y entonces desde nuestra perspectiva de productores de alimentos, de lo que discutimos es de derechos humanos. El acceso de los pueblos a alimentos sanos, nutritivos y seguros es un derecho humano, y como la historia nos ha enseñado, los derechos no se negocian, sino que se conquistan.
En esta coyuntura, la forma de producción del agronegocio no es sostenible. Tiene un marco temporal acotado. Pero ese tiempo acotado acarrea enfermedad y muertes absolutamente prevenibles e innecesarias. Y este es uno de los temas que tenemos que instalar en la agenda social y en la agenda política. Es una tarea de las organizaciones de apicultores entre tantas otras formas de organización de las distintas comunidades que sufren las consecuencias de este modelo. Es decir, no solo miremos a las organizaciones apícolas, el problema es común a toda la sociedad y existe un sinnúmero de formas de expresión en las que hay que buscar fortaleza y con las que hay que compartir el camino.
Debemos también comprender la condición estratégica de la apicultura y de la labor de los polinizadores en la producción de alimentos y de diversidad biológica. Pues FAO afirma que 7 de cada 10 platos de comida que llegan nuestra mesa dependen del trabajo de los polinizadores, pero paradójicamente a pesar de ser una verdad no discutida, en las cuentas nacionales de nuestros países la apicultura solo se mide en tambores de miel en el puerto.
Debemos por un lado lograr que la acción de los polinizadores y el trabajo de las y los apicultores sea considerado como una actividad esencial del Estado. Y que, como consecuencia de ello, el resto de las actividades productivas se encuadren el respeto primordial a los polinizadores por su función ecosistémica. Y por el otro lado, que ese trabajo basal, sea puesto en debido valor en las cuentas nacionales de cada país.
Como decía el compañero Rafael Moya de Mato Grosso do Sul, el día de ayer, tenemos la responsabilidad de conocer el Estado. Conocer sus mecanismos de funcionamiento. Saber que el Poder Ejecutivo es quien tiene que poner en marcha las políticas, ejecutar los programas de gobierno, que es el Poder Legislativo quien otorga el marco para eso a través de la sanción de las leyes correspondientes, y que es el Poder Judicial quien interviene cuando existe un desapego a la ley y a los procedimientos previamente convenidos. Debemos tener este insumo para la lucha gremial, pero también debemos saber que los intereses que comprometen hoy a determinados sectores de las diversas agencias de gobierno paralizan los ejecutivos, corrompen los legislativos y subvierten el estándar ético y legal del Poder Judicial. El pecado de inocencia no debe entrar en la mochila del dirigente.
Es la ciudadanía en general quien tiene que entender el problema, y en especial cada apicultor y apicultora tiene que comprender que los problemas que afectan a la producción y a la comercialización no resultan obra del desatino climático ni del estado de ánimo de un político, sino de procesos complejos que requieren nuestro involucramiento para intentar modificarlos.
El neoliberalismo nos propone la meritocracia como imagen del éxito individual. Es un mecanismo perverso por cierto que fascina a aquel que triunfa y denigra al que no accede al podio. Pero en esta etapa, y sin desmerecer en nada el máximo esfuerzo personal que debemos realizar tanto en preparación académica como en la práctica de nuestro trabajo diario, para ser los mejores que podamos ser, hoy nadie puede salvarse solo. Ante el ecocidio [4] no hay éxitos individuales. Nadie podrá ser exitoso frente a la muerte del planeta.
La lucha debe ser necesariamente colectiva y debe ser inteligente.
La lucha no es contra el productor agropecuario.
La lucha no es contra el productor de soja, de palto o de palma.
La lucha no es contra tal o cual molécula insecticida.
La lucha es contra el modelo que determina el desmonte masivo, los monocultivos de semillas GMO, los cócteles tóxicos, la apropiación de semillas.
Hoy ser apicultores nos debe hacer asumir esa lucha.
¿Con qué herramientas asumir esas luchas contra gigantes corporativos? Pues seguramente tengamos más armas hoy que las que tenían San Martín y Bolívar, empeñados en liberar estas tierras. Lo primero, es tener claro cuál es el objetivo, cuestión que parece necesario, muy necesario, seguir conversando. Y segundo tomar concienciade que es precisa la participación de todas y todos los apicultores en sus organizaciones, y de todas las organizaciones en la construcción de una política pública para la apicultura, la producción de alimentos y la conservación de un ambiente sano. Tener conciencia que la lucha es desigual y compleja. Pero también, que la única lucha que se pierde es la que se abandona.
Documentos referidos que se agregan en esta transcripción para
Martinez Alier Joan. Deuda Externa vs Deuda Ecológica. 1997.
https://www.jstor.org/stable/20742951
Liliana A. Zúñiga-Venegas, Carly Hyland, María Teresa Muñoz-Quezada, et al. Health Effects of Pesticide Exposure in Latin American and the CaribbeanPopulations: A Scoping Review. https://ehp.niehs.nih.gov/doi/epdf/10.1289/EHP9934. Septiembre 2022
[1] Pedro Kaufmann, es apicultor y abogado, miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Apicultores y Coordinador del Consejo Gremial de la Federación Latinoamericana de Apicultura. (FILAPI)
[2] Estadística relevada por Naciones Unidas en su portal.
[3] Principio Precautorio: Cuando haya peligro de daño grave o irreversible la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente. (El art 41 de la Constitución Nacional contiene a este principio).
[4] «cualquier acto ilícito o arbitrario perpetrado a sabiendas de que existen grandes probabilidades de que cause daños graves, extensos o duraderos al medio ambiente». Este es concepto que se ha solicitado se incorpore al Estatuto de Roma, marco legislativo que rige a la Corte Penal Internacional.