Un momento mágico
Sábado en Pontevedra, más precisamente en la escuela de la Sociedad Argentina de Apicultores, no es un sábado más, hoy los alumnos del curso de Iniciación Apícola estarán por primera vez cara a cara con las abejas.
Llegan temprano movidos por la ansiedad, se juntan en grupos, murmuran, aventuran sensaciones, sueñan. Se escucha la voz de un docente: “¡A preparase que vamos a entrar al apiario!” raudamente los alumnos se ponen sus vírgenes trajes blancos, los ahumadores inhalan aire y exhalan humo, las ansiosas pinzas se abren y cierran una y otra vez, las pulsaciones comienzan a acelerarse. Se arman los grupos y entran cada uno de ellos acompañados por un docente que hará las veces de celestino para presentarles a las maravillosas abejas.
El “profe” hace una apertura para demostrar en la práctica lo visto en la teoría, los alumnos miran asombrados, preguntan, suspiran, esperan su turno de hacerlo ellos mismos, con ganas, pero a su vez con temor. Se cierra la colmena y se escucha la frase tan esperada: Ahora les toca a ustedes. Se cruzan miradas cómplices, llenas de entusiasmo, pero también de cautela, unos segundos de silencio hasta que un alumno toma la iniciativa: ¡Arranco yo! se acerca sigilosamente a la piquera, mira fijo sin saber exactamente que está buscando, arroja una tímida bocanada de humo blanco y espeso, se dirige a la parte de atrás de la colmena, el corazón comienza a acelerarse, levanta el techo con mucha prudencia, el docente observa tranquilamente el proceso, sus compañeros le dan aliento. El asombro es general cuando las primeras abejas se dejan ver por el escape de la entretapa, despega con mucho cuidado la misma, y la exclamación se hace oír cuando se ven los cabezales de los cuadros cubiertos de cientos de obreras. Llegó la hora de levantar por primera vez un cuadro, en ese momento las pulsaciones alcanzan su punto máximo, acerca la palanca como pidiendo disculpas por las molestias que está por ocasionar, toma el cabezal con la pinza y comienza el ascenso tan esperado, el murmullo crece, aparece delante de los ojos un mundo nuevo. No hay palabras para describir las sensaciones que pasan por el cuerpo de todos los alumnos y en especial de ese que se animó a dar el primer paso.
A partir de ese momento se suceden las preguntas y respuestas acerca de lo que se está observando en cada uno de los cuadros, se reconocen las construcciones, el polen, la miel, las obreras y los zánganos; pero todos los ojos están ansiosos por verla a ella, a la reina, al faro que guía la colmena y del que todo el mundo habla. ¿vamos a reconocerla cuando la veamos? Obvio, les dice el docente, tranquilos, ya la vamos a encontrar. Pasan los cuadros y la expectativa crece hasta que al fin aparece, allí está, la madre de todos los individuos de la colmena, la distinta, la que se encarga de amalgamar esa masa de abejas para lograr un bien común; se pasea suavemente sobre el cuadro ante la mirada atónita de los alumnos, no quieren devolverla, quieren seguir observándola mucho tiempo más, el docente interviene y el cuadro vuelve a su lugar, concluye el recorrido y luego se cierra la colmena. La escena se repite tantas veces como alumnos hay, cada nueva colmena que se abre, cada cuadro que se levanta, genera un murmullo ensordecedor. Es un momento mágico, tanto para alumnos como para profesores. Una vez que todos han abierto su colmena se da por finalizada la práctica. Salen del apiario lentamente como para alargar un poco ese momento, se sacan sus trajes ya bautizados, algunos se llevan de regalo las primeras manchas, los ahumadores vomitan sus últimas bocanadas de humo antes de ser apagados, todos se dirigen al parque para charlar con los docentes sobre lo observado y vivido unos minutos antes. El asombro es general, las sensaciones no se pueden expresar fácilmente con palabras, todo es admiración hacia ese pequeño insecto que fue catalogado como el ser vivo más importante del planeta, nada que agregar.
Termina la jornada y los alumnos retornan a sus hogares, ansiosos por contarle a sus seres queridos la experiencia vivida. Los más impacientes ya subieron alguna foto o video a sus redes, no aguantaron ni a salir de la escuela. Finaliza lo que para muchos de ellos será un sábado bisagra en sus vidas, este encuentro puede marcar un antes y un después. Los docentes se quedan un rato conversando, cansados pero felices de haber acompañado a ese puñado de alumnos en su primer contacto con las abejas, algo que ellos mismos ya experimentaron hace unos cuantos años. Los comentarios son repetidos curso tras curso: qué momento tan lindo esa primera apertura de una colmena, los gestos lo dicen todo. Los profes sacan conclusiones y ya programan el próximo encuentro, vuelven a sus casas con la tranquilidad de la tarea cumplida.
Así finaliza otro sábado en Pontevedra, más precisamente en la escuela de la Sociedad Argentina de Apicultores, un lugar mágico, destinado a generar momentos mágicos.