Galería Fotográfica – Alicia Mabel Basilio
Siempre me gustó la fotografía, un poco viene de familia, mi abuelo y de mi papa, sin ser fotógrafos profesionales, consiguieron algunas vistas memorables.
Con mi primera cámara, una Minolta Pocket 78 (regalo de los 15), quería eternizar a las personas y a los paisajes para no olvidarme «cuando fuera grande».
Sin embargo, pronto, las fotos pasaron a ser «una colección de visiones hermosas» que quería compartir con los otros; y también parte de la expresión: buscar el encuadre, el juego de colores, trasmitir sensaciones, no solo miradas. El rollo solo permitía unas cuantas tomas, y cada foto fuera de foco era una frustración.
Cuando comencé a trabajar en Flora Apícola con Laura Gurini, en el último año de los 80, ella ya era una excelente fotógrafa, y me enseñó e inspiró. La cámara, además de un instrumento para expresarnos, se convirtió en una herramienta de la biología.
Las flores son un sujeto hermoso, pero la circunstancia, el ambiente, las abejas, fueron lo que agregó la magia. Sacar fotos de registro, que documentaran la interacción entre las abejas y las plantas apícolas, al comienzo, era difícil, mientras colocábamos las lentillas adecuadas y enfocábamos, las abejas se volaban. Eso nos llevó a tratar de entender cómo se movían las abejas, para accionar el obturador en el mejor momento, algo muy físico, cercano al deporte. Con el rápido progreso tecnológico de las cámaras, sacar fotos, aun sin ser fotógrafa, fue convirtiéndose en una actividad permanente, que me permitía registrar la sorprendente belleza natural, ilustrar clases, y recibir críticas constructivas y consejos de fotógrafos experimentados.
La ventura de sorprender un momento interesante, el gozo estético de sacar una foto que refleje la belleza a nuestro alrededor, el placer de compartir esa belleza, y la posibilidad usar la imagen para transmitir la pasión apícola van juntas.
Foto de Tapa
